sábado, junio 28, 2008

Borges sobre Nietzsche

Este es un gran aporte para comprender por qué Nietszche es inagotable en términos de significaciones a partir de su lectura; facilitado por mi futuro colega Martín Gerlo.
Lo que hoy le vamos a presentar es una nota escrita por Borges en el año 1944 -publicada en el diario La Nación- que versa sobre la manera en que debemos leer una de las obras que produzco el mayor número de agenciamientos Así hablo Zaratrusta; título original en alemán Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen, escrito por el filosófo alemán Friedrich Nietzsche entre los años 1833 y 1835.
Espero que lo disfruten.




Nadie ha podido no observar que el más ilustre de los libros de Nietzsche (no el más complejo ni el mejor, ciertamente, es una imitación formal de los textos canónicos orientales; nadie, que yo sepa, ha agotado la significación de ese rasgo. Así, Alexander Tille enumera las afinidades de Zarathustra con el Canon budista, con los evangelios, con el Diván oriental-occidental, de Goethe, con La sabiduría del brahmán de Friedrich Rückert, con las epopeyas germánicas de Félix Dahan y con determinadas páginas de F.Th. Vischer; ese catálogo es, sin duda, justificable (ya los estoicos enseñaron que todo se vincula con todo y que en las vísceras de un buey está escrita la suerte de Cartago) pero no es iluminativo.
Tampoco lo son las declaraciones de Elizabeth Förster-Nietzsche, que nos confía que Así habló Zarathustra es el libro más íntimo y personal de cuantos publicó su hermano, y que encierra la historia de sus amistades, de sus ideales, de sus éxtasis, de sus pesares, de sus desengaños, de sus mayores esperanzas y de sus más lejanos designios. Tampoco el célebre pasaje en que Nietzsche define esa obra como una composición musical. Muchas contrariedades presenta Así habló Zarathustra: una sitaxis de aficiones arcaicas y un vocabulario neológico, la máxima energía y la máxima vaguedad, la inextricable ambigüedad del sentido y la pompa de la dicción. Enseñar a los hombres la doctrina del Superhombre, enseñar a los hombres la doctrina del Eterno Retorno, son los dos propósitos capitales de ese «libro para todos y para nadie». La ejecución del primero es equívoca: ciertos pasajes (verbigracia, el que afirma que el hombre será al Superhombre lo que el mono es al hombre) parecen predecir una futura especie biológica; otros, un europeo que se abstiene del cristianismo. No menos problemático es el caso del segundo propósito. Según la doctrina del Retorno, la historia universal es interminable y periódica; renacerán en otro ciclo los hombres que ahora pueblan el orbe, repetirán los mismos actos y pronunciarán las mismas palabras; viviremos (y hemos vivido) un número infinito de veces.
Nietzsche pondera la casi intolerable novedad de esa conjetura; su ponderación comporta un misterio, si consideramos que Nietzsche, autor de un libro sobre el pensamiento metafísico de los griegos, no pudo no saber que los estoicos y los pitagóricos ya habían enseñado el Retorno. Básteme alegar a ese fin algunos testimonios ilustres. Escribe Plutarco, en el primer siglo de nuestra era: «Los estoicos absurdamente imaginan que en infinitas revoluciones de tiempo habrá infinitas lunas y soles, infinitos Apolos, infinitas Dianas e infinitos Neptunos» (De los oráculos que han cesado, y por qué, XLI). Escribe Orígenes, a principios del siglo III: «Si (como quieren los estoicos) nace otro mundo idéntico a éste, Adán y Eva comerán otra vez del fruto del árbol, y de nuevo las aguas del diluvio prevalecerán sobre la tierra, y de nuevo los hijos de Israel servirán en Egipto, y de nuevo Judas recibirá los treinta dineros, y de nuevo Saúl guardará las ropas de quienes lapidaron a Esteban, y se repetirán todas las cosas que ocurrieron en esta vida» (De las doctrinas fundamentales, 2, III). Escribe San Agustín, en el siglo V: [Nota: Los escritores del siglo XVII -Bacon, Vanini, Browne- solían atribuir a Platón la conjetura del Eterno Retorno. En esa atribución este pasaje de la Ciudad de Dios pudo influir. Browne dice en una de las notas del primer libro de la Religo Medici: "El año platónico es un curso de siglos después del cual todas las cosas recobrarán su estado anterior, y Platón, en su escuela, de nuevo explicará esta doctrina". Véase, para el año platónico, el párrafo 39 del Timeo.]
Es opinión de algunos filósofos que las cosas temporales giran de modo que Platón, insigne filósofo, enseñó a sus discípulos en Atenas en la escuela que se dijo Academia, que después de siglos innumerables, el mismo Platón, la misma ciudad, la misma escuela y los mismos discípulos volvieron a existir, y que, después de siglos innumerables, volverán a existir» (De la ciudad de Dios, 12, XIII). Escribe Hume, al promediar el siglo XVIII: «No imaginemos la materia infinita, como lo hizo Epicuro; imaginémosla finita. Un número finito de partículas no es susceptible de infinitas transposiciones; en una duración eterna, todos los órdenes y colocaciones posibles ocurrirán un número infinito de veces. Este mundo, con todos sus detalles, hasta los más minúsculos, ha sido elaborado y aniquilado, y será elaborado y aniquilado: infinitamente». (Dialogues concerning natural religion, VIII). ¿Cómo justificar ese consenso -llamémoslo así-, ya tantas veces denunciado por los comentadores de Nietzsche? Sus detractores postulan una confusión humana, harto humana, entre la inspiración y el recuerdo, cuando no entre la inspiración y la transcripción. El hebraísta Erich Bischoff lo acusa de plagiar y de no entender, el capítulo 23 de los Primeros principios de Spencer; el Dr. Otto Ernst enriquece el catálogo de «precursores» con el nombre de Julius Bahnsen; el admirable Diccionario de la filosofía de Mauthner indaga los orígenes del Retorno en el eterno cosmos de Heráclito, que es engendrado por el fuego y que cíclicamente devora el fuego. Más implacables todavía son los defensores de Nietzsche. Unos, para absolverlo de la imputación de plagiar, lo dotan de una sorprendente ignorancia; otros declaran que Eterna Reiteración es un mero adorno retórico, una suerte de adjetivo o de énfasis. Olvidan o simulan olvidar la trágica importancia que Nietzsche atribuyó a ese adorno. «Inmortal es el instante», escribió, «en que yo engendré el Eterno Regreso. Por ese instante yo soporto el Regreso». Otro de los manuscritos afirma: «Eternamente volverá a invertirse tu vida como un reloj de arena y eternamente volverá a fluir cuando regresen todas las condiciones que te dieron origen. Y entonces volverás a encontrar cada dolor y cada placer y cada amigo y enemigo y cada esperanza y cada equivocación y cada hoja de pasto y cada destello de sol, la continuidad de todas las cosas. Este círculo, en el que eres una semilla, siempre vuelve a resplandecer. Y cada círculo suele incluir una hora en que al principio en un solo hombre, y luego en muchos, y finalmente en todos, surge la idea más alta, la del regreso interminable de todas las cosas. Para la humanidad, esa hora es la hora del mediodía». Otra nota, aun más significativa, declara: «Guardémonos de enseñar esta doctrina como una súbita religión. Debe infiltrarse lentamente, deben trabajarla muchas generaciones, para que sea un gran árbol que dé sombra a toda la humanidad venidera. ¿Qué son los dos años que hasta ahora miden el cristianismo? La idea más alta exige muchos millares de años; durante largo tiempo debe ser pequeña y sin fuerza... Simple, casi árida, la idea puede prescindir de elocuencia (Beredsamkeit).
Será la religión de los más libres, de los más serenos, de los más altos: una grata pradera entre el hielo dorado y el cielo puro». Todo se explica, creo, a la luz de los párrafos anteriores. El tono inapelable, apodíctico, los infundados anatemas, los énfasis, la ambigüedad, la preocupación moral (mucho sabemos de la ética del Superhombre, nada absolutamente de su literatura o su metafísica), las repeticiones, la sintaxis arcaica, la deliberada omisión de toda referencia a otros libros, las soluciones de continuidad, la soberbia, la monotonía, las metáforas, la pompa verbal; tales anomalías de Zarathustra dejan de serlo, en cuanto recordamos el extraño género literario a que pertenece. ¿Qué diríamos de alguien que reprobara una adivinanza porque es obscura, o la tragedia de Macbeth porque mueve a terror y a piedad? Diríamos que ignora qué cosa es una adivinanza o una tragedia. Nosotros, sin embargo, solemos incurrir ante Zarathustra en un error análogo.
A veces lo juzgamos como si fuera un libro dialéctico; otras, como si fuera un poema, un ejercicio desdichado o feliz de noble prosa bíblica. Olvidamos, propendemos siempre a olvidar el enorme propósito del autor: la composición de un libro sagrado. Un evangelio que se leyera con la piedad con que los evangelios se leen. Friedrich Wilhelm Nietzsche, antiguo profesor de filología en las aulas helvéticas, se creyó el apóstol, o fundador, de la religión del Retorno; esperó que el secreto porvenir la enriquecería de prodigios, de venturas, de adversidades, de mártires, de teólogos, de heresiarcas, de entusiasmos, de dogmas, de bibliotecas. No razonó, afirmó; sabía que remotos apologistas vindicarían cada una de sus palabras. Condescendió a un libro más pobre que él; presintió que otros suplirían lo que él callaba. No se rebajó a la tarea servil de nombrar a sus precursores; tampoco los versículos del Corán enumeran las fuentes que alimentaron su lúcido caudal. No declinó la ambigüedad; prodigó voluntarias contradicciones para que el porvenir las reconciliara. Butler, en The fair haven, dice irónicamente que los evangelios contienen «la tiniebla y el fulgor de Rembrandt, o el dorado crepúsculo de los venecianos, el perder y el hallar, y la infinita libertad de la sombra»; Nietzsche buscó esa libertad para Zarathustra. Interpretado así todos sus «defectos» se justifican. El futuro es interminable. Quienes hablan de Nietzsche sin comprenderlo, quienes confunden su ética individual con la ninguna ética del nazismo, pueden encender otra guerra, en la que perezcan todos los libros del orbe occidental, salvo el enigmático Zarathustra, que fatalmente, quién sabe en qué naciones y en qué dialectos, ascenderá a libro sagrado. Muchas generaciones han formulado el Eterno Retorno; Nietzsche fue el primero que lo sintió como una trágica certidumbre y que forjó con él una ética de la felicidad valedera.

jueves, junio 26, 2008

Piden condenas políticas por la "masacre de Avellaneda"

A seis años de los asesinatos de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la Estación Avellaneda, los familiares de las víctimas siguen pidiendo justicia para que los responsables políticos de la masacre sean condenados. Los familiares y militantes de agrupaciones de izquierda realizaron una vigilia en el puente Pueyrredón, uno de los principales accesos a la ciudad de Buenos Aires desde el sur, que continuaba parcialmente cortado esta mañana. Hace dos años, fueron condenados a prisión perpetua el comisario Alfredo Franchiotti y el ex cabo Alejandro Acosta, pero los familiares piden que sean llevados a juicio los presuntos responsables políticos. Alberto Santillán, padre de Darío, acusa al ex presidente Eduardo Duhalde, al ex gobernador bonaerense Felipe Solá, los funcionarios Juan José Álvarez, Aníbal Fernández, entre otros. El paso de los vehículos que conecta la avenida Pavón en uno y otro sentido se encuentra liberado, mientras que la calzada que va de la avenida Mitre hacia la Capital Federal así como en sentido inverso que desemboca en la avenida Belgrano de Avellaneda, está cortada. Los autos que vienen por Mitre son desviados por la policía por el viejo puente Pueyrredón, a unos 200 metros del lugar. Los manifestantes que pasaron toda la noche en el lugar tras instalarse ayer al atardecer realizan un acto recordatorio.

Mientras tanto la gran agenda de los medios es el campamento dicotómico que llena la pantalla de todos los televisores en argentina. Que superficial y poco elegante, dicho sea de paso, es el papel que los mass media están jugando en la actualidad.

miércoles, junio 25, 2008

HUMOR REGISTRADO -segunda entrega-.



Cascioli – director de arte de la revista Satiricón y creador del reciente libro La revista Humor® y la dictadura- en diálogo con Página/12 (ver adjunto A) sos­tiene que: “Humor no era una revista de izquierda ni comunista. Era una re­vista que defendía los derechos humanos y la democracia. Nunca alabamos a Fidel ni al Che Guevara, ni nos jugamos por la izquierda internacional. Decía­mos lo que pasaba”
El primer número de Humor® (ver adjunto B) fue calificado por la censura “de exhibición limitada” y Cascioli debió presentarse para “defenderla” en el orga­nismo de censura que funcionaba en el quinto piso del Teatro San Martín. Entre los censores estaba el periodista Héctor Grossi. El argumento del comité de cen­sores fue que la revista era “inconveniente para la mirada de los jóvenes y los niños”. En su segundo número, Cascioli logró con sus argumentos que la limi­tación fuera levantada.
El juego ambivalente entre las facciones militares y el instinto de sobrevivir al contexto de la época llevó a Cascioli y su staff integrado por Alejandro Dolina, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain, el negro Fontanarrosa, Enrique Vázquez, San­tiago Kovadloff, Aída Bortnik, Carlos Ulanovsky, Carlos Abrevaya, y Jorge Guinzburg entre muchos otros, los llevó a construir las tapas de Humor ® mezclando los pormenores de la farándula argentina entre ellos Palito Ortega, Menotti, Piazzolla y compañía con las locuras de la dictadura. Según Cascioli su tarea consistía en pensar todo el tiempo cómo gambetear la censura.
En su debut (1978) –adjunto B- Humor® salió con los tapones de punta contra dos puntos claves de ese año: el mundial de fútbol y la política económica de la dictadura. En eso ya marcaba una diferencia con sus antecesoras, sobre todo con Satiricón, cuyo eje era criticar todo lo instituido pero pocas veces a la polí­tica o a cuestiones que tuvieran relación con el poder político. El perfil de la re­vista sin embargo se dibujaría lento, con timidez y paciencia pero sin pausas. Las tapas dibujadas por Andrés Cascioli marcaban a fuego el nuevo perfil pro­puesto, sobre todo por el alto impacto que producían colgadas de los quioscos, única publicidad de la revista.
El año 1979 significó una vuelta de tuerca en las características que hicieron histórica a la publicación. Varias incorporaciones la hicieron posible. En marzo se sumó Gloria Guerrero que abrió el espacio dedicado al rock. Las páginas de Gloria (adjunto C) que luego se llamaron así, cobijaron y dieron combustible al imparable rock nativo y a otras expresiones de la cultura joven. Y en octubre comenzaron las entrevistas realizadas por Mona Moncalvillo, que fueron un micrófono abierto para muchas voces que no podían decir en otro lado lo que querían.
Esto significaba que la revista crecía en varios sentidos. En páginas, primero; en lectores, también. Y, finalmente, en periodicidad al pasar de mensual a quince­nal. Las recaudaciones de Humor® también aumentaron lentamente; comenzó con una venta de veinte mil ejemplares mensuales, y un año después vendía setenta mil por quincena. No estaba nada mal.
Un año más tarde se incorpora una de las principales voces relegadas, clave en los tiempos de terror y paranoia que se vivían: el lector. O más precisamente el correo de lectores. Las cartas acercaron bronca, denuncias, información. No eran pocos los que por entonces leían la revista por esta sección, que se titulaba: Quemá esas cartas –adjunto D-. Y en ese mismo año se sumó al staff como co­laborador de primera línea el Físico Jorge, “Jorjón” Sabato. Esta flamante nueva incorporación agregó en cada entrega conocimientos sólidos de los temas que abordaba, reflexiones inteligentes y una escritura tan fina como mordaz. Los temas dominantes –adjunto E- eran la necesidad del regreso a la democracia, el esclarecimiento y la justicia en torno a las violaciones de los derechos humanos, la corrupción en el aparato del Estado y el fin de la represión en el campo de la expresión. Humor® convirtió estos tópicos en su razón de ser y no vaciló en ningún momento dar marcha atrás al perfil contestatario y mordaz pese a los tiempos que se vivían.
Para el año 1981 la revista crecía en buena medida porque el descontento polí­tico y social era cada vez mayor y el retroceso del proceso era evidente, incluso por desavenencias en el seno de las Fuerzas Armadas. Por eso en diciembre de ese año la publicación cerró el año con una tapa (adjunto F) en la que los res­ponsables del Proceso se amontonaban en un barco que se hundía y del que había huído el almirante Massera.
Pero el año 1983 se desperezó con un torpe manotazo de la dictadura. En enero mismo el número 97 de Humor® fue interceptado en la imprenta e impedido de circular, en un caso claro de censura previa. Como la medida llegó un poco tarde a las puertas del establecimiento gráfico, unos cien mil ejemplares logra­ron salir a quioscos. Por sugerencia, muchos canillitas los ocultaron en los co­mercios vecinos, negaban tenerlos, y los vendían cuando los lectores los solici­taban. La medida de la censura continuó con una querella a los editores al ale­gar una supuesta “apología a la subversión”.
El ex director de la revista Humor® Andrés Cascioli narra la anécdota de este hecho en la publicación de Página/12 (adjunto A). De acuerdo a él los militares estaban en pugna con otro grupo político que obstaculizaba e impedía que la revista pase a mejor vida. En 1982 una carta firmada por aquel grupo político dirigida al Ministerio del Interior frenó el secuestro de la revista. Entre las fir­mas que sobresalen se encuentra la de Alfonsín, Cafiero y Frondizi (ver adjunto G). Hasta que en el `83 los militares se cansaron cuenta Cascioli y mandaron a secuestrar el número que iba a publicarse: el 97. Se lograron imprimir 100 mil ejemplares, y 200 mil que iban al interior fueron parados por la policía. Después la revista Humor® presentó un recurso de amparo y cuando lo ganaron y se los reclamaron a la policía los habían vendido todos. Cascioli narra entre risas como un taxista en 1995 le había confesado que había sido uno de los policías que secuestró la publicación y que fue testigo de cómo se vendía la revista.
A pesar de todo ello el prestigio internacional de la revista el prestigio crecía porque al mundo de la cultura le resultaba casi inexplicable que una revista humorística embistiera con tal virulencia contra el poder militar, del que ya se decía que era responsable de treinta mil desaparecidos. En marzo de ese año el prestigio fue refrendado con el premio –ver adjunto H- a la mejor revista Satí­rica del Mundo del año 1983 otorgado en Forte dei Marmi (Italia)
Humor® había logrado constituir un fenómeno gráfico masivo –el último en el periodismo del siglo XX argentino- sin pertenecer a un pool de grandes medios masivos y no tener padrinos publicitarios. Su único sostén habían sido los miles de lectores que la recordarán como un hito en sus vidas, como a una publica­ción esperada con ansiedad cada quince días porque los informaba., hacía reír, juntar bronca y forjar gustos y hábitos.

lunes, junio 02, 2008

Revista Humor Registrado 1978-1983 -Primera entrega-.

El primer paso para analizar el surgimiento de Hum® en Argentina -a partir de la década del ´70- es caracterizar el contexto socio-político concentrándonos no sólo en su presente de publicación, sino también prestando atención a lo que sucedió en los años anteriores y posteriores de su aparición en los quioscos de aquella época. Paralelamente debemos tener en cuenta qué ejemplares similares a Hum® marcaron el sendero cultural y político para introducirse en un tipo específico de producción social.
De acuerdo a Pedro Paz en el capítulo “Proceso de acumulación y política económica”; del libro Crisis de la dictadura argentina. Las décadas del ´60 y ´70 fueron escenarios de profundas transformaciones. En argentina como en el resto de los países de América Latina el imperialismo y los grupos de poder se enfrentaron a grandes desafíos gracias al avance de las concepciones progresistas y populares en boga de intelectuales, artistas comprometidos con las luchas de masas, periodistas, y jóvenes estudiantes universitarios. Estos desafíos asumidos por las facciones del poder político van a estar dados por el planteo explícito de restaurar el orden y establecer un nuevo modelo económico capaz de modificar radicalmente la estructura económica y social de los países latinoamericanos. Para llevar a cabo tal magnicidio el Estado militar hizo uso de la llamada Doctrina de Seguridad Social; mecanismo de disciplinamiento social que identificaba a la raíz de todos los problemas en un solo concepto: la subversión. Para erradicar el problema los militares se embarcaron en una “guerra sucia” interviniendo sedes gremiales, facultades, organizaciones sociales, y dejando cesantes a una gran cantidad de periodistas, editores, y profesionales de todas las ramas artísticas.







Pablo Mendelevich en el texto Crónicas del Periodismo ejemplifica cómo a través de la Doctrina propulsada ya por Onganía (1966-1970) el escenario del humor gráfico así como todas las expresiones artísticas estaban bajo la acérrima mirada del poder político y paramilitar. El autor explica que durante el fin de los años sesenta y comienzos del setenta el humor gráfico adquirió un nuevo estilo nutriéndose directamente de la coyuntura política argentina.
La precursora de esta expresión va a ser la revista de humor Satiricón; dirección general Oscar Blotta y Andrés Cascioli en dirección de arte. Su primer contacto con el público lector fue en el año 1974. Pero fue clausurada a fines del mismo año por un decreto de la presidenta María Estela “Isabel” Martínez de Perón.
Al comenzar 1975, Cascioli, que había colaborado con Blotta en Satiricón sacó a la calle Chaupinela, en carácter de editor y director. Chaupinela duró sólo ese año porque Cascioli fue detenido brevemente y “metido” en un juicio donde se investigaba a Isabel Perón por corrupción (caso del que la revista se había ocupado). La cuestión no prosperó pero fue suficiente para dar de baja la publicación. De todos modos, Chaupinela constituye un paso hacia Hum®, algo así como el eslabón inmediato o su pre-historia
En vísperas del mundial de fútbol -1978- orquestado por la dictadura militar Hum® tomó las calles, a cargo de Andrés Cascioli. Una buena parte del grupo creativo que constituyó el motor de Hum® ya había comenzado a expresarse en Satiricón, pero el estilo y el perfil de esta última no jugó un papel tan comprometido como lo realizó Hum®.
El estilo de Satiricón respondió a los usos y costumbres de un público juvenil al que se logró expresar con absoluta certeza. Esa actitud significó una mayor identificación de los jóvenes con sus revistas, la cual recordaba por momentos a un adolescente contestatario, pero inteligente; señala en su texto Mendelevich. Mientras que por otro lado Hum® en un análisis más profundo se convirtió en la única revista de actualidad verdaderamente opositora. Lo notable es que la actualidad y el humor alternaron sus roles, el primero funcionó como medio y el segundo como objeto.