miércoles, junio 25, 2008

HUMOR REGISTRADO -segunda entrega-.



Cascioli – director de arte de la revista Satiricón y creador del reciente libro La revista Humor® y la dictadura- en diálogo con Página/12 (ver adjunto A) sos­tiene que: “Humor no era una revista de izquierda ni comunista. Era una re­vista que defendía los derechos humanos y la democracia. Nunca alabamos a Fidel ni al Che Guevara, ni nos jugamos por la izquierda internacional. Decía­mos lo que pasaba”
El primer número de Humor® (ver adjunto B) fue calificado por la censura “de exhibición limitada” y Cascioli debió presentarse para “defenderla” en el orga­nismo de censura que funcionaba en el quinto piso del Teatro San Martín. Entre los censores estaba el periodista Héctor Grossi. El argumento del comité de cen­sores fue que la revista era “inconveniente para la mirada de los jóvenes y los niños”. En su segundo número, Cascioli logró con sus argumentos que la limi­tación fuera levantada.
El juego ambivalente entre las facciones militares y el instinto de sobrevivir al contexto de la época llevó a Cascioli y su staff integrado por Alejandro Dolina, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain, el negro Fontanarrosa, Enrique Vázquez, San­tiago Kovadloff, Aída Bortnik, Carlos Ulanovsky, Carlos Abrevaya, y Jorge Guinzburg entre muchos otros, los llevó a construir las tapas de Humor ® mezclando los pormenores de la farándula argentina entre ellos Palito Ortega, Menotti, Piazzolla y compañía con las locuras de la dictadura. Según Cascioli su tarea consistía en pensar todo el tiempo cómo gambetear la censura.
En su debut (1978) –adjunto B- Humor® salió con los tapones de punta contra dos puntos claves de ese año: el mundial de fútbol y la política económica de la dictadura. En eso ya marcaba una diferencia con sus antecesoras, sobre todo con Satiricón, cuyo eje era criticar todo lo instituido pero pocas veces a la polí­tica o a cuestiones que tuvieran relación con el poder político. El perfil de la re­vista sin embargo se dibujaría lento, con timidez y paciencia pero sin pausas. Las tapas dibujadas por Andrés Cascioli marcaban a fuego el nuevo perfil pro­puesto, sobre todo por el alto impacto que producían colgadas de los quioscos, única publicidad de la revista.
El año 1979 significó una vuelta de tuerca en las características que hicieron histórica a la publicación. Varias incorporaciones la hicieron posible. En marzo se sumó Gloria Guerrero que abrió el espacio dedicado al rock. Las páginas de Gloria (adjunto C) que luego se llamaron así, cobijaron y dieron combustible al imparable rock nativo y a otras expresiones de la cultura joven. Y en octubre comenzaron las entrevistas realizadas por Mona Moncalvillo, que fueron un micrófono abierto para muchas voces que no podían decir en otro lado lo que querían.
Esto significaba que la revista crecía en varios sentidos. En páginas, primero; en lectores, también. Y, finalmente, en periodicidad al pasar de mensual a quince­nal. Las recaudaciones de Humor® también aumentaron lentamente; comenzó con una venta de veinte mil ejemplares mensuales, y un año después vendía setenta mil por quincena. No estaba nada mal.
Un año más tarde se incorpora una de las principales voces relegadas, clave en los tiempos de terror y paranoia que se vivían: el lector. O más precisamente el correo de lectores. Las cartas acercaron bronca, denuncias, información. No eran pocos los que por entonces leían la revista por esta sección, que se titulaba: Quemá esas cartas –adjunto D-. Y en ese mismo año se sumó al staff como co­laborador de primera línea el Físico Jorge, “Jorjón” Sabato. Esta flamante nueva incorporación agregó en cada entrega conocimientos sólidos de los temas que abordaba, reflexiones inteligentes y una escritura tan fina como mordaz. Los temas dominantes –adjunto E- eran la necesidad del regreso a la democracia, el esclarecimiento y la justicia en torno a las violaciones de los derechos humanos, la corrupción en el aparato del Estado y el fin de la represión en el campo de la expresión. Humor® convirtió estos tópicos en su razón de ser y no vaciló en ningún momento dar marcha atrás al perfil contestatario y mordaz pese a los tiempos que se vivían.
Para el año 1981 la revista crecía en buena medida porque el descontento polí­tico y social era cada vez mayor y el retroceso del proceso era evidente, incluso por desavenencias en el seno de las Fuerzas Armadas. Por eso en diciembre de ese año la publicación cerró el año con una tapa (adjunto F) en la que los res­ponsables del Proceso se amontonaban en un barco que se hundía y del que había huído el almirante Massera.
Pero el año 1983 se desperezó con un torpe manotazo de la dictadura. En enero mismo el número 97 de Humor® fue interceptado en la imprenta e impedido de circular, en un caso claro de censura previa. Como la medida llegó un poco tarde a las puertas del establecimiento gráfico, unos cien mil ejemplares logra­ron salir a quioscos. Por sugerencia, muchos canillitas los ocultaron en los co­mercios vecinos, negaban tenerlos, y los vendían cuando los lectores los solici­taban. La medida de la censura continuó con una querella a los editores al ale­gar una supuesta “apología a la subversión”.
El ex director de la revista Humor® Andrés Cascioli narra la anécdota de este hecho en la publicación de Página/12 (adjunto A). De acuerdo a él los militares estaban en pugna con otro grupo político que obstaculizaba e impedía que la revista pase a mejor vida. En 1982 una carta firmada por aquel grupo político dirigida al Ministerio del Interior frenó el secuestro de la revista. Entre las fir­mas que sobresalen se encuentra la de Alfonsín, Cafiero y Frondizi (ver adjunto G). Hasta que en el `83 los militares se cansaron cuenta Cascioli y mandaron a secuestrar el número que iba a publicarse: el 97. Se lograron imprimir 100 mil ejemplares, y 200 mil que iban al interior fueron parados por la policía. Después la revista Humor® presentó un recurso de amparo y cuando lo ganaron y se los reclamaron a la policía los habían vendido todos. Cascioli narra entre risas como un taxista en 1995 le había confesado que había sido uno de los policías que secuestró la publicación y que fue testigo de cómo se vendía la revista.
A pesar de todo ello el prestigio internacional de la revista el prestigio crecía porque al mundo de la cultura le resultaba casi inexplicable que una revista humorística embistiera con tal virulencia contra el poder militar, del que ya se decía que era responsable de treinta mil desaparecidos. En marzo de ese año el prestigio fue refrendado con el premio –ver adjunto H- a la mejor revista Satí­rica del Mundo del año 1983 otorgado en Forte dei Marmi (Italia)
Humor® había logrado constituir un fenómeno gráfico masivo –el último en el periodismo del siglo XX argentino- sin pertenecer a un pool de grandes medios masivos y no tener padrinos publicitarios. Su único sostén habían sido los miles de lectores que la recordarán como un hito en sus vidas, como a una publica­ción esperada con ansiedad cada quince días porque los informaba., hacía reír, juntar bronca y forjar gustos y hábitos.